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19-09-2019
Históricamente las sociedades han florecido allí donde encontraban agua disponible; del mismo modo, se han derrumbado al escasear los recursos hídricos. Actualmente la mitad de las ciudades más grandes del mundo sufren escasez de agua; se calcula que la mitad de la población mundial vivirá en esas circunstancias en 2025. En la última década hemos avanzado mucho para asegurar el acceso a este recurso, aunque 2.100 millones de personas todavía no pueden acceder de modo sencillo a agua potable; la población mundial, recordemos, crece rápidamente, por lo que el problema pronto puede ser aun mayor.
Aunque el agua parece abundante en nuestro planeta azul, solo el 0,014% es dulce y de fácil acceso. Atendiendo a la forma en que consumimos este valioso recurso, no podremos lograr el ODS 6 ni garantizar “la disponibilidad y gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”. Es esencial que la comunidad global se una para adoptar medidas drásticas, para garantizar su uso sostenible y salvaguardarla.
El acceso al agua potable es un derecho fundamental; los gobiernos tienen la responsabilidad de que sea seguro, limpio, accesible y asequible para todos. Sin embargo, está lejos de suceder así en muchos rincones del mundo.
El lema de la Semana Mundial del Agua (WWW), celebrada en agosto pasado en Estocolmo y en la que un equipo de Humana People to People estuvo presente, ha sido ”Agua para la sociedad, todos incluidos”, un concepto alineado con el enfoque de la ONU en este ámbito (“Que nadie se quede atrás”). A pesar de las múltiples soluciones técnicas innovadoras disponibles, es esencial que profundicemos en comprender a lo que nos enfrentamos como planeta: una creciente crisis mundial del agua.
El papel de las inversiones
Durante los seis días de la WWW, los gobiernos anunciaron nuevas y cuantiosas inversiones en servicios esenciales que incluyen acceso a agua, servicios sanitarios e higiene (WASH, en sus siglas en inglés). Con todo ello, reconocen la crisis y los esfuerzos en abordarla. La mayoría de estos fondos, sin embargo, se canalizarán a través de herramientas de financiación de ayuda internacional al desarrollo, administradas por gobiernos, bancos y grandes empresas.
A lo largo de la Semana Mundial del Agua hubo una notable ausencia del reconocimiento del papel de la sociedad civil en la creación de una demanda sostenible, el apoyo a comunidades situadas en lugares aislados y la provisión de servicios. Y es que, por ejemplo, hasta el 70% de las bombas manuales instaladas en el África subsahariana ya no funcionan; en las zonas rurales y remotas, donde la población más desfavorecida casi no tiene voz, las instituciones de financiación para el desarrollo (DFI, en sus siglas en inglés) y las inversiones por sí solas no generarán el cambio de paradigma necesario para transformar esta realidad.
La forma en que usamos e interactuamos con el agua está íntimamente relacionada con nuestras creencias culturales y nuestra visión del mundo. En Estocolmo, mientras compartimos nuestra experiencia sobre la gestión del WASH, en la que el liderazgo de las comunidades locales es esencial, los asistentes nos preguntaron entre otras cuestiones cómo podemos alentar la propiedad y cómo asegurar que las personas tengan acceso al agua a largo plazo. La respuesta recae en los llamados Chief Security Officer y los agentes locales: nadie mejor que ellos conocen sus propias necesidades y pueden proponer soluciones para lograr la sostenibilidad en la gestión del agua.
Un ejemplo, el programa desarrollado por DAPP-ZImbabwe
Nuestro socio local DAPP Zimbabwe ha implementado en cuatro distritos del país un programa de suministro de agua, saneamiento e higiene de dos años de duración, liderado por la comunidad local. El objetivo era mejorar las prácticas de saneamiento, aumentar la capacidad para construir nuevas infraestructuras y recabar apoyo para lograrlo.
Dicho programa se basa en el principio de que la infraestructura por sí sola es insuficiente para mejorar la salud y la higiene. El género, la eduación y las relaciones sociales son cuestiones que deben abordarse para lograr un cambio de comportamiento y el éxito a largo plazo. La iniciativa también involucró a miembros de la comunidad agrupados en clubes de salud, alentando el cambio colectivo, con soluciones innovadoras y locales, lo que redundó en una mayor sostenibilidad a largo plazo. El programa llegó a más de 8.000 hogares y 20 escuelas, con más de 53.000 personas involucradas, incluidas 23.000 menores.
La creación de servicios sostenibles relacionados con el agua, cuya propiedad es comunitaria, puede tener un impacto muy positivo en las condiciones de vida de los grupos más vulnerables. Es esencial movilizar y desarrollar su capacidad para que hagan suyas las soluciones desde el principio.
Para cumplir el lema “Agua para la sociedad, todos incluidos”, se requiere una colaboración que involucre a todas las partes: empresas privadas, corporaciones, gobiernos, agencias internacionales y regionales, donantes, ONG y comunidad científica.
Pero lo más importante: requiere la participación inclusiva de las organizaciones y comunidades locales de la sociedad civil para que sus voces, perspectivas y problemas sean escuchados y actúen.
David Kerkhofs es Coordinador del Programa de Climate Change Adaptation de Humana People to People