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10-02-2014
Lameck recuerda con precisión el momento en que escuchó el diagnóstico: "Usted tiene SIDA." Eso fue hace 8 años. Lameck tiene ahora 60. Es alto y delgado y sufre una cojera. Lameck habla despacio, siempre con una sonrisa. "Me sentí sin esperanza cuando me dijeron que estaba enfermo. Pensé que mi vida había terminado. Pero ya ves, aquí estoy, sano y activo", dice.
Lameck ahora trabaja para DAPP, el socio de Humana Fundación Pueblo para Pueblo en Zimbabwe. Forma parte del programa HOPE, iniciado en 2002 con el objetivo de concienciar a las personas de que se puede vivir con dignidad a pesar del VIH, ayudándoles a prolongar sus vidas y a contribuir al desarrollo de si mismos como personas y como miembros activos de su comunidad.
Aunque Zimbabwe es uno de los países más afectados por la epidemia del VIH en África subsahariana, con una tasa del VIH del 15 %, el país ha logrado mucho en poco tiempo. En la actualidad mantiene una cobertura universal (93 %) del tratamiento para prevenir la transmisión del VIH de madres a bebes. La terapia antirretroviral para adultos alcanza al 95 % de los zimbabuenses adultos. Sin embargo, en términos de aceptación social, todavía hay un largo camino por recorrer.
Cambiar la vida
Majecha Ruzvidzo trabaja como líder de proyecto HOPE Harare desde 2002. "El programa nació como respuesta a los crecientes efectos del VIH en las áreas suburbanas de Zimbabwe, en general, y Harare, en particular. Nos dimos cuenta de que el VIH y el SIDA estaban afectando a la población activa, especialmente los que trabajaban muchas horas fuera de casa, y, por tanto, no veían habitualmente a las personas que pasaban por su casa difundiendo la información sobre la enfermedad.
HOPE Harare ofrece sesiones informativas sobre el VIH/SIDA, facilita el acceso a los servicios de salud, tales como los tratamientos de STI/STD (Enfermedades de Transmisión Sexual) o los test de VIH. Además, el programa promueve campañas de sensibilización en las escuelas, en reuniones sociales y en clubes de mujeres.
Uno de estos clubes es el de costura en Harare, al que Jessica, de 25 años de edad y madre de dos hijos, pertenece. "Gracias al proyecto HOPE, ahora tenemos máquinas de coser y telas. Confeccionamos ropa para los huérfanos y las familias afectadas por el VIH y vendemos el excedente en los mercados locales para obtener ingresos para la comunidad. El club, además, actúa como club social, a través del que afianzamos las relaciones con otros miembros de la comunidad. Nuestra vida ha mejorado en todos los sentidos”.
El programa llega a gente de todos los grupos sociales. Un ejemplo es el de Alicía: Después de años como prostituta, el día que supo que era seropositiva, pensó que su vida había terminado. Gracias al apoyo y el asesoramiento que recibió de HOPE Harare, ahora está llena de vida y busca un futuro brillante como pastor, puesto que acaba de graduarse en teología. "Me siento muy agradecida. No podría haberlo hecho sin ellos. Ellos me hicieron creer en mí misma y entender que mi vida no terminaba por culpa del VIH", dice con una sonrisa.